Caminando. Seguí recorriendo aquel muro.
Así es. Saliendo de mi hogar me encontré con una extraña estructura de carmesíes ladrillos y, para saciar a esta molesta incógnita que había empezado a fabricar aquella gran pared, empecé a bordearla, Queriendo llegar a su comienzo o a su final. Sin importar cuál fuera. Daría lo mismo.
De pronto, algo llamó mi atención. El muro seguía pero, donde yo me había parado, se encontraba una colosal puerta. Era increíblemente hermosa a mis ojos. No era de oro, ni demasiado exuberante. Solo tenía… una extremada cantidad de detalles. Era de madera; de un color oscuro; con finos grabados en plata, los cuales no se notaban a menos que se los mirara de cerca.
Quise abrirla pero, a pesar de mi gran esfuerzo, fue en vano. Por lo que, por pura casualidad, se me ocurrió tocar la puerta. De pronto esta se abrió, dándole a mis ojos el mayor gusto que pudieran tener.
Era otro mundo. Tan sereno y hermoso. Un bello crepúsculo se apropiaba del cielo que se encontraba detrás, y un frondoso árbol en la cima de una pequeña colina acaparaba toda mi atención.
En cuanto comencé a acercarme, percibí, ante mí, algo que no había logrado ver antes. Era una hamaca, la cual se balanceaba lentamente de adelante hacia atrás, y sobre ella se encontraba sentada una muchacha, hermosa en verdad, de largos y oscuros cabellos, de ojos azules como el zafiro, y con un delicado vestido que, por dentro de la falda, tenía varias capas de tul. No me había dado cuenta hasta que miré sus pies, se encontraba descalza. Aquellos tenían una apariencia de gran fragilidad y estaban, en gran parte, lastimados.
Regresé, nuevamente, mi vista a su rostro y registré que sus ojos se posaban en lo míos. Tenía una expresión de despreocupación. Quise hablar, pero ningún sonido emitió de mis labios, fue entonces cuando ella dijo: - ¡Bienvenida!, te he estado esperando -.
Creo que fue ahí cuando mi rostro por fin demostró extrañeza. Ella prosiguió: - He buscado por todo tu mundo a alguien que sea digno de ver este o, aun que sea, que pudiera hacerlo. Así es. Los demás como tú, hasta ahora, no han podido ni darse cuenta de que este mundo vecino existe -.
Su rostro denotaba enojo hacia lo “demás como yo” y, a la vez, alegría porque yo pudiera verla.
Por fin, pude decir algo y fue: - ¿Por qué solo yo puedo verlo? ¿A qué te refieres con “los demás como yo”?y, si somos diferentes, ¿qué eres tú? - .
- - Mi querida y nueva amiga -. Me interrumpió. – Tus preguntas son muchas, pero no importa, las contestaré de a una -. Hizo una pequeña pausa y siguió. – No sé muy bien la razón del porque puedas vernos pero, la diferencia entre ustedes y nosotros es simple, ustedes son humanos y… bueno, nuestro mundo… le podrías llamar “Mundo espiritual”-.
Hizo un gesto exagerado al pronunciar las últimas palabras.
Me observó, pienso que fue solo para ver si le seguía en su claro discurso.
- -Soy la única de aquí que tiene aspecto humano. Los demás, bueno, es complejo y difícil de explicar a alguien como tú -. Proclamó con una vonto altanez un tara para mi gusto.
- - Y… ¡¿Para qué me buscabas!? es decir, a alguien como yo… -. Declaré, un poco exaltada.
- - He de necesitar una intérprete -. Dijo con soltura.
- - ¿Intérprete? ¿De qué? -. Pregunté, intrigada de qué podría hacer para su mundo.
- - Simple. Interpretarás lo que decimos a los humanos. Últimamente, cuando queremos ayudarlos, no nos entienden y, a veces, queremos darle uno que otro consejo y, está ese temita de que no nos ven -. Declaró con tono amargo.
- -¿Y tú crees que van a escucharme o, si quiera, a creerme? -.
Me miro con extrañeza.
- -Te enseñaré -. Dijo sencilla y claramente.
- -Ya que tienes forma humana, ¿por qué no lo haces tú misma? -.
- -Lo siento, pero no puedo. Por favor, quédate aquí, interpreta para los tuyos y haz que no me aburra -.
- - ¡¿Qué no te aburras?! ¡¿Pero qué locura es esta?! . No soy el juguete de nadie!!! -.
- -Lo sé, lo sé… -. Su rostro se volvió triste y melancólico. –He escogido mal mis palabras, como dije antes, soy la única de forma humana y… comienzo a sentirme sola -.
Empecé a comprender, aquella muchacha no solo quería una intérprete, quería una amiga.